lunes, 24 de junio de 2013

Madrid, 24 de junio de 1913




Efemérides del 24 de junio de 1913

Martes 24






Máxima    34,9º
Mínima   19,4º






Contenido:
La muerte de Enrique Arregui y Larrumbe (Empresario del Teatro Apolo) - Bautizo del infante Juan - Contra las infecciones - En las calles de Madrid - La casquivana de la calle Tudescos - Sobre el manifiesto de los disidentes - En las fotos: El príncipe de Asturias y los infantitos de España en los jardines de La Granja.



1913
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La muerte de Enrique Arregui y Larrumbe
Por la mañana se recibió en Madrid un telegrama de Berlín participando la muerte del empresario del Teatro Apolo, D. Enrique Arregui, acaecida a las seis de la mañana en el Sanatorio inmediato a la capital de Alemania, donde se encontraba desde hacía quince días.
El Sr. Arregui padecía una enfermedad en la garganta, y para operarse se sometió a la práctica de un reputado cirujano de Berlín.
La operación se llevó a cabo días atrás, y según el aludido médico, sus resultados fueron tan satisfactorios que confiaba que en ocho a quince días estuviese el paciente en disposición de regresar a Madrid completamente curado.
En esta confianza, la familia del Sr. Arregui se hallaba muy tranquila, hasta que la sorprendió dolorosamente la inesperada noticia del fallecimiento.
Con este motivo el teatro de Apolo suspendió el estreno de la zarzuela de Echegaray y Vives "El pretendiente", previsto para la noche del día de la fecha.

Este mismo día, a las seis de la mañana, fallece el obispo de la diócesis de Segovia, Julián Miranda, afectado por la tuberculosis.


Bautizo del infante Juan
El día en La Granja
El día ha amanecido despejado y espléndido. Un sol hermoso iluminaba el Real Sitio y sus alrededores.
La temperatura fue muy agradable gracias al aire fresco de la Sierra.
Delante de Palacio, en la Alameda y en las calles principales se había reunido numeroso público para ver llegar a las Reales personas y a todos los distinguidos viajeros que llegarían para el bautizo del nuevo infante.
El desfile de coches y automóviles comenzó desde las siete de la mañana.
En los hoteles del Real Sitio, apenas había sitios disponibles para hospedaje.
La movilización de personajes distinguidos había comenzado el día anterior por la tarde, que fue cuando llegaron, entre otros, el obispo de Sión, que se hospedó en la Casa de Canónigos; el rector del Buen Suceso, Padre Sanjulián, y el segundo comandante general de Alabarderos, general Del Río.
El Nuncio apostólico, monseñor Ragonesi, llegó también el día anterior por la noche, y se hospedó en la casa del abad de la Colegiata.
Mientras eso ocurría, las mozas y mozos del pueblo celebraban la noche de San Juan formando numerosas y alegres rondallas, con guitarras, bandurrias y acordeones, y durante toda la noche, y primeras horas del día 24, estuvieron recorriendo el pueblo, tocando, cantando, bailando, y atronando el espacio con sus gritos de júbilo.
Ya entrada la mañana, mientras en Palacio despertaban los palatinos, mozas y mozos marcharon al campo para tomar allí el chocolate con la sarta de buñuelos de las enramadas, y algunas copas de aguardiente.
Cuando aquellos jóvenes fiesteros, ajenos a la pomposidad monárquica, estaban durmiendo la mona, comenzaron a llegar los ministros. Primero fueron los de Hacienda y Marina, que se trasladaron a la Casa de Canónigos.
Después llegaron los de Estado e Instrucción pública, que estuvieron sentados más de media hora en la Alameda, para tomar el fresco. Luego marcharon también a la Casa de Canónigos.
Los cuatro consejeros dijeron a los periodistas que no traían decreto alguno para la firma.
A continuación llegaron el presidente del Consejo y los ministros de Gracia y Justicia y Guerra, y en último lugar los de Gobernación y Fomento. Estos últimos venían en un mismo automóvil.
Al llegar al puerto de Navacerrada tuvieron que detenerse para reponer un neumático que se les había pinchado.
En este momento pasó el auto del presidente, y le dieron voces. Pero el conde de Romanones no les hizo ni caso.
Todos los ministros vestían de levita y sombrero de hongo, menos el general Luque, que venía de uniforme.

A las once y media de la mañana llegó la infanta Isabel con su dama de compañía. Casi a la par llegaron los infantes D. Carlos y Dª. Luisa con el infantito Carlos. Más tarde el infante D. Fernando con el coronel jefe de la Escolta Real, el teniente coronel Alvear y el ayudante, capitán Pulido.
A las doce llegó el presidente del Congreso, señor Villanueva.
Y a cuenta gotas fueron apareciendo en sus automóviles una interesante colección de aristócratas, Grandes de España y demás personajes refinados y de punta en blanco.


Almuerzo en Palacio
Después de haber presenciado el relevo de la guardia, que era el regimiento de Artillería de Segovia, el rey salió a dar un paseo por los jardines de Palacio con la familia Real al completo.
Durante el relevo, la banda de música del regimiento de León tocó varias composiciones, entre ellas "La Patria chica".
En Palacio se había preparado un banquete de 90 cubiertos al que asistieron los ministros, las clases de etiqueta y otras altas personalidades.
Antes del almuerzo, Alfonso XIII tuvo tiempo para conferenciar con el conde de Romanones.

El Salón del Trono
La ceremonia del bautizo se celebró, como en las ocasiones anteriores, en el Salón del Trono, situado entre el llamado de Carlos III y el gran despacho del Rey.
La soberbia estancia, tapizada de brocatel rojo y oro, se dispuso en la misma forma que para otros bautizos de infantes.
En uno de los testeros se destacaba el gran cuadro de la familia de Felipe V, con marco forrado del mismo brocatel que las paredes.
Del techo pendían dos magníficas arañas.
En el centro se colocó una plataforma, cubierta por la histórica alfombra que se había utilizado en todos los bautizos Regios desde el reinado de Isabel II, valiosa pieza de punto de tapiz de la época de Carlos IV.
Sobre la alfombra estaba la también histórica pila de Santo Domingo de Guzmán, con su pie de caoba y cubierta de plata.
A derecha e izquierda de la pila estaban las mesas de Trevelcia, destinadas a colocar las insignias del Sacramento.
Frente a la pila estaban los sillones que ocuparon la familia Real, y a los lados, filas de sillas para los ministros y los invitados.
En el altar portátil se colocó un tríptico de cobre con las imágenes de San Carlos Borromeo y San José, con ramas de plata. Había también una cruz de plata y un frontal, bordado en oro, que representaba el Ave Fénix, símbolo de la Eucaristía.
A uno y otro lado se colocaron plantas y flores.


Los padrinos del infante
La madrina del infante D. Juan fue la archiduquesa María Teresa de Austria-Este, esposa del príncipe Luis, Regente de Baviera.
Era hermana de madre de la reina María Cristina y madre de la Duquesa de Calabria, hermana política del infante D. Carlos.
En el acto del bautizo representó a la archiduquesa la reina D.ª Cristina.
El padrino fue el rey Carlos de Rumania, cuya esposa, la reina Isabel, popularizó el seudónimo de Carmen Sylva en sus obras literarias.
El Rey Carlos pertenecía a la rama católica de los Hohenzollern, cuyo jefe era el príncipe Guillermo.

El bautizo
A las tres y media de la tarde se celebró el bautizo del infante Juan.
Momentos antes salió de la colegiata el obispo de Sión, revestido, con los capellanes de la Real Capilla y el clero de la colegiata.
Se dirigieron inmediatamente al Salón del Trono.
En éste se reunieron también los hombres del gobierno, de uniforme; las autoridades y las personas invitadas.
A la izquierda del altar estaba el Nuncio de Su Santidad.
En la cámara Regia se formó, mientras tanto, la comitiva, que inmediatamente se puso en marcha hacia el salón del Trono.
Delante iban los gentiles-hombres de casa y boca los mayordomos de semana, los gentiles-hombres de cámara, con ejercicio y servidumbre, y los Grandes de España, portadores de las insignias del Sacramento.
Seguía, en brazos de su aya, la condesa de los Llanos, el infantito Juan envuelto en faldón de encajes y magnífica capa.
A la derecha e izquierda del infante iban la reina D.ª Cristina, que representaba a la madrina, y el infante D. Alfonso, que representaba al padrino.
Seguían luego el rey, que vestía uniforme de capitán general de Infantería; el príncipe de Asturias, vestido de blanco, y detrás el resto de infantes y el príncipe Raniero de Borbón.
Cerraban la comitiva los jefes de Palacio, gentiles-hombres, damas de guardia, damas de la reina y Casa militar del rey.
A la puerta del Salón del Trono recibieron a la comitiva el obispo de Sión y el clero.
Comenzó el ritual acostumbrado y se impusieron al infante los nombres de Juan, por el santo del día; Carlos, por su padrino, el rey de Rumania; Teresa, por la madrina; Silverio, por el santo del día en que nació, y Alfonso, por su padre.
Al terminar la ceremonia, el obispo de Sión leyó la Epístola de San Juan.
Al comenzar el bautizo, la batería de Artillería, situada en Las Pendas, hizo una salva de 21 cañonazos.
Durante toda la ceremonia, la banda de música del regimiento de León estuvo tocando en los jardines.

Finalizado todo el ceremonial, todos bajaron al comedor de la planta baja del Palacio donde se sirvió un lunch para 300 personas.




Contra las infecciones
Era tal el desarrollo que con gran facilidad tomaban las infecciones en la villa y corte, generado por las especiales circunstancias en que vivían y convivían muchos vecinos, creaba la necesidad más que suficiente para que, con actividad y constancia, se luchase por todos los medios para exterminarlas.
Por tal motivo se recomendaba a todos los facultativos que prestasen asistencia a enfermos infecciosos, a los cabezas de familia y a todos los vecinos de Madrid, la obligación ineludible en que estaban de dar parte del caso al subdelegado de Medicina del respectivo distrito.
Para cumplir eficazmente con ese cometido se citaban los nombres, distrito y domicilio de aquellos galenos, pudiendo también dirigir la denuncia directamente al inspector provincial de Sanidad, en el Gobierno civil, caso de no poderla remitir al subdelegado por cualquier circunstancia.

Estos eran los subdelegados por distrito en junio de 1913:
Buenavista.—Don Nicasio Mariscal, San Roque, número 4.
Centro.—Don Sebastián Mediano, Columela, 13.
Congreso.—Don Luis Soler, Fuencarral, 6.
Chamberí.—Don Luis Ortega Morejón, paseo de la Castellana, 11.
Hospicio.—Don Emilio Lacasa, Jovellanos, número 5.
Hospital.—Don Adolfo Cejudo, Almirante, número 14.
Inclusa. —Don Bernabé M. de Poveda, Luis Vélez de Guevara, 5.
Latina.—Don Norberto de Arcas, Santa Isabel, 9.
Palacio.—Don Juan Veranéis, Pavía, 4
Universidad.—Don Rafael Díaz Arguelles, León, 8.



En las calles de Madrid
El Ayuntamiento y la Junta municipal votaron los créditos necesarios para realizar las obras de arreglo de pavimentos de las vías públicas.
Por parte de la alcaldía se dieron las órdenes para la realización de las siguientes obras:
Interiores
Empedrado con prismas en la calle de Alcalá.
Empedrados de pedrusco en la Carrera de San Jerónimo y Glorieta de la Puerta de Toledo.
Encintado en esta última vía y en las Glorietas de los Puentes de Segovia y Toledo.
Arreglo del tramo del paseo de San Vicente.

Ensanche
Bravo Murillo, entre las Glorietas de Quevedo y Cuatro Caminos. Empedrado con basalto.
Plaza de Olavide, asfaltado y basalto en las entrevías.
Francisco de Rojas, adoquinado granítico.
Paseo de Martínez Campos, adoquinado granítico.
Viriato, entre Santa Engracia y Santísima Trinidad, explanación, afirmado, cunetas y encintado.
María de Guzmán, entre Santa Engracia y Bravo Múurillo, lo mismo que en la anterior.
Paseo Imperial, pedrusco irregular.
Paseo de las Acacias, recomposición del pavimento actual de cuña.
Paseo de Santa María de la Cabeza, ídem entre la Glorieta de Atocha y cruce del paseo de Embajadores, y rebacheo del afirmado entre Glorieta y paseo de las Yeserías.
Ronda de Segovia, recomposición del pavimento.
Méndez Alvaro, arralo del pavimento desde la Glorieta de Atocha a la portillera.
Calle del Sur, empedrado con la cuña que se levante del Paseo Imperial.
Se destinaron además 60.000 pesetas para rebacheos y recargos y 75.000 pesetas para aceras en las calles donde fuese más necesaria la reparación.



La casquivana de la calle Tudescos
En la calle de Tudescos riñeron de madrugada Jesús Díaz Fernández y su mujer, Juana Muñoz, de treinta años, que, según él, llevaba una vida demasiado libre desde el momento en que, por incompatibilidad de genios y otras razones por el estilo, se tuvieron que separar amistosamente.
La mujer solía ausentarse frecuentemente de esta corte para recorrer como una aventurera los pueblos.
En uno de éstos fue detenida por la Guardia Civil, y como ella manifestó que era casada, la benemérita se apresuró a llevarla a la Dirección general de Seguridad, con el fin de que fuera restituida al domicilio conyugal.
La noche anterior había sido avisado el marido, Jesús Díaz, para que recogiera a su mujer. Pero en vista de que éste quería proceder judicialmente contra aquella, desde la Dirección los enviaron a la Comisaría.
El matrimonio salió ya regañando de la Dirección de Seguridad y así continuó todo el camino hasta llegar a la citada calle de Tudescos, en donde la cuestión se agrió y los insultos recíprocos fueron más ofensivos y rudos.
Juana había pedido a su marido dinero para adquirir un panecillo porque estaba sin comer.
El se negó a darla ni un céntimo, y con tal motivo llegaron a las manos. Juana pudo apoderarse de una navaja que llevaba Jesús, y con ella le asestó una tremenda puñalada en la espalda.
A las voces acudieron los guardias y serenos, amén de varios transeúntes, y entre todos auxiliaron al herido y detuvieron a la agresora.
El lesionado fue asistido en la Casa de Socorro del distrito. Su estado era de pronóstico grave.
Juana ingresó en la Cárcel de mujeres.



Sobre el manifiesto de los disidentes
En las efemérides de ayer dábamos cuenta de la publicación del manifiesto de los liberales disidentes. Hasta el momento lo habían firmado 126 prohombres. Hoy vemos el resultado final.
"El partido liberal ha pasado la noche muy intranquilo. Continúa la gravedad.
La familia no recibe."

El Gobierno contaba con una mayoría absoluta de treinta y tres votos sobre todos los grupos reunidos de la Cámara.
Con el resultado de la firma del manifiesto el Congreso se descompondría del siguiente modo:
Liberales disidentes 64
Conservadores 110
Republicanos 36
Regionalistas 7
Carlistas 9
Integristas 2
Socialistas 1
Independientes 10
Agrario 1
TOTAL 240

Los liberales del Gobierno eran 145, por consiguiente la diferencia era de 95 votos contra los 33 que le daban la mayoría absoluta.
Resultaba entonces de estas cifras que la mayoría absoluta de 33 diputados se convertía en una minoría absoluta de 95 votos.
A los 145 votos del Gobierno había que restar los votos de los diputados que habían obtenido cargos públicos.
Por primera vez en la historia política de España convertía una disidencia a la mayoría en minoría, estando las Cortes cerradas.

Dice un periodista en "El País" del día 25 de junio:
"Cuando los poderes públicos se apoyan en una ficción, carecen de autoridad moral, de grandeza y de prestigio. Débiles en su apariencia de fuerza, sin estructura propia, se agitan en una política de emboscadas, de banderías, de camarillas, de egoísmos personales, de ambiciones insaciables.
Las mayorías constitucionales son la única ilusión que los gobiernos presentan ante la Corona: si esta ilusión se amortigua o desvanece, surge la duda, la desconfianza y el desaliento."

Cien años después, comparando lo presente, que cada uno saque las coincidencias y las conclusiones que le parezcan más oportunas. Eso sí, con la razón, no con las banderas.



Humor centenario



Las fotos
El príncipe de Asturias y los infantitos de España después de la ceremonia de bautizo de su nuevo hermano dando paseos por los jardines de La Granja.







Recetas de la bisabuela

PARA EL MES DE FEBRERO (I)
Langosta en salsa tártara
Una langosta. Dos huevos. Medio litro de aceite de Marsella. Una cebolleta. Cincuenta gramos de alcaparras. Mostaza inglesa.

Se ata bien la langosta si estuviera viva y se cuece en agua hirviendo, donde se habrá puesto una zanahoria, una rama de apio, y una rama de perejil. Debe cocer media hora á buena lumbre.
Pasado este tiempo, se saca del agua, se desconcha la cola y se parte en ruedas no muy gruesas. Con la carne obscura y el caldo que la langosta tiene dentro, se hace un picadillo, añadiéndole lechuga, picada también; se coloca en el centro de la fuente y encima las ruedas de la cola. Se hace la salsa poniendo en un tazón las dos yemas de huevo y se les da vueltas con una cuchara de madera, echando gota á gota el aceite. Y a espesada la salsa y cuando se calcule que hay bastante cantidad, se deja de echar aceite, sazonándola, sin dejar de moverla, con sal. Las alcaparras y la cebolleta se han picado muy menudas, mezclándolas con una cucharadita de mostaza inglesa bien desleída en aceite. Incorpórase esta mezcla á la salsa de huevo, moviéndola en sentido circular cinco minutos más.

Esta salsa puede servirse en la salsera ó cubriendo perfectamente la langosta.

Coste aproximado, 6 pesetas.


Ostras
Las ostras deben comerse crudas, con unas gotas de limón al empezar á comer, pero como á algunas personas les repugna la idea de que estén vivas, pueden ponerse y están muy buenas, asadas al horno ó á la parrilla, espolvoreándolas con pan rallado, perejil muy picadito, pimienta negra y unas gotas de limón.


Langostinos a la vinagreta
Un kilo de langostinos. Tres huevos. Doscientos gramos de aceite refinado. Una cebolleta, perejil y vinagre.

Se cuecen los langostinos del mismo modo que la langosta, solamente que con veinte minutos, basta para que estén en su punto.
En la tabla de picar, se pica mucho la cebolleta, el perejil y los tres huevos cocidos, duros; se aliña este picado con aceite, vinagre y unas cucharadas del caldo que dejaron los langostinos.

La salsa se sirve en la salsera, y los langostinos, sin mondar, en una fuente, sobre una servilleta doblada.

Coste aproximado, 3,25 pesetas.


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© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-158 EFEMERIDES1913


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